lunes, 23 de marzo de 2009

Tormenta

1. ¿Y ese momento protagonizado por la estufa? Entendemos mal lo que es una tormenta. No es un fenómeno atmosférico violento y plagado de agua, viento, rayos y truenos. Una tormenta es puro calor, puro sosiego.
Una tormenta es una mantita de cuadros, un buen disco, una mesa camilla, un juego de mesa, una familia, una luz suave. Una tormenta son pocas ganas, es la pereza y la paz.
Los abrazos son más suaves cuando hay tormenta. Los besos son más sonoros y las caricias llegan más allá cuando el cielo se derrumba. Los susurros, las miradas, las risas, los chistes y la merienda son más parte de la tormenta que el pluviómetro y la veleta.
Sabía más de una tormenta Mario Benedetti de lo que jamás pudo llegar a saber Benjamin Franklin.
Yo soy ateo durante todo el año para poder convertirme de vez en cuando y adorar al dios de las tormentas.

2. Mientras observaba aquella camiseta de propaganda, recordó que un día se había transformado en el improvisado pijama de ella. Aunque la había lavado varias veces después de aquella noche, todavía olía a ella o al menos eso le parecía a su romántico olfato. Recordaba sus delgados bracitos saliendo a duras penas de las anchas mangas. Su cuerpo dibujándose vagamente, dejándose envolver de lejos, insinuando figuras a través del algodón que rezaba "Carnicería el Gordito". Recordaba sus preciosas piernas colgando del descosido dobladillo. Recordaba su suavidad.
Recordando estaba cuando un grito lo sacó de la ensoñación. Uno de los muchachos, que estaban intentando achicar aguas, había caído al líquido abismo. Sería conveniente que fuera a echar una mano para intentar gobernar aquel monstruo metálico que lo llevaba en sus entrañas, mientras él llevaba dentro una pena más grande y oscura que la mar.

3. Había sido un día muy largo. Todo el día de acá para allá, sin parar. Le apetecía meter los pies en agua con sal y ponerse un disco de Elton John para relajarse sin pensar en nada.
Tanto sufrimiento no estaba pagado ni se podría pagar con todo el oro del mundo. Le apretaba el traje y estaba deseando quitárselo para ponerse la bata y las babuchas. Hoy no iba a durar nada despierta. Ni iba a ver la tele. Sabía que en cuanto se acostara le vencería el cansancio del trabajo y los disgustos de todo el día.
Después de acabar la cena, fue a por un yogur al frigorífico:
-¡Eh! ¿Quién se ha comido mi desnatado de coco? Cíclope, ¿has sido tú? -preguntó enfadada.
-No, a mí no me gusta el coco -contestó.
-Bestia, ¿has sido tú?
-Negativo, pequeña -contestaba alguna voz desde algún lugar que no alcanzaba a ver.
-¡Seguro que ha sido Tormenta! -dijo enfadada.

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