lunes, 22 de febrero de 2010

NOCHE

1. Viejos faroles negros
en callejones y en las esquinas,
luces naranjas sobre paredes blancas
y los adoquines de Andalucía.
El viejo que por vez primera
visita el retrete y mea.
Lo profundo de tus ojos,
el techo del mendigo,
el Edén de los amantes
y el sueño del bendito.
Azahar desvergonzado,
la sonata de un borracho.
Y de nuevo, no puede evitarlo,
el viejo se levanta y mea.
Pájaros que no cantan,
mástiles sin banderas.
Un eclipse a medio día,
un Sol que no gobierna.
A oscuras y de memoria,
otra vez, el viejo mea.
Pero hija mía, a ver si te depilas,
porque noche oscura es lo que asoma
cuando muestras la entrepierna.

sábado, 20 de febrero de 2010

Bicicleta (1)

-Hace siglos que no monto en bici.
-Bueno, yo lo hago cada día, y no te pierdes mucho, la verdad.
-Eso lo dices porque montas todos los días. Si fueras a diario en el metro como yo, lo odiarías, pero como no has ido nunca, pues te emociona.
-Sabes que eso que dices no tiene ningún sentido. Hay cosas que haces cada día que te encantan. Por ejemplo, siempre estás oyendo música, y leyendo y escribiendo. No hay día que no te vea con esos cascos enormes y un libro en el bolsillo.
-¡Venga ya, Tam! No puedes comparar la música con la bici. Una es necesaria para vivir, y lo otro un puro entretenimiento.
-Son igual de comparables como la bici con el metro.
-Touché.

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Intento de relato que se quedó por el camino, pero aún así me apetecía compartirlo. Aloha.

viernes, 19 de febrero de 2010

Casualidad

1. “Allá por el año 1973, en plena guerra de Vietnam, todo eran victorias para el bando de la República. Las luchas en la selva parecían ser impredecibles e interminables, pero la logística americana hacía imparable el avance de los sureños. Todo el mundo ha hablado sobre el napalm después de esa guerra, pero lo que nadie sabe es cuál fue el factor determinante que hizo perder la guerra a nuestra patria. La resistencia y fuerza de nuestros soldados en batalla, entre los que me incluyo, era feroz y todo debido a nuestro mejor aliado, la manteca de cacahuete. Bah, pero poco duraría nuestra dicha, un infiltrado norvietnamita del grupo guerrillero del “Viet Cong” informó al enemigo de nuestra grandiosa tecnología alimentaria. Varios días más tarde, todos nuestros progresos fueron revertidos y nos mandaron a casa en lo que fue un duro palo para nuestro país. Un largo, grueso y duro palo para el culo de los Estados Unidos de América.”
______________Abraham J. Simpson

2. Causalidad: Hola, ¡qué de tiempo!, ¿no?
Casualidad: ¡Qué coincidencia! Yo tampoco te he visto recientemente.
Causalidad: Claro, es lógico.
Casualidad: ¡Qué coincidencia! Yo también pienso que es lógico.
Causalidad: Bueno, ¿sabes con quién me acabo de encontrar?
Casualidad: ¿Con Paco, que acaba de tocarle la lotería y se va a pagar la operación de cambio de sexo y finalmente irá al registro a cambiarse el nombre por el de Penélope, para cumplir con la apuesta?
Causalidad: Pues sí, la verdad es que lo has dicho todo.
Casualidad: ¡Qué coincidencia!
Causalidad: ¿Lo de que le tocase la lotería?
Casualidad: No, que Paco me dijo nada más verme que ya lo había dicho todo y no necesitaba oírme decir ni una palabra. Pero lo que tú dices también ha sido coincidencia.
Causalidad: Vaya, ¿sabes que tengo hoy para almorzar?
Casualidad: Ni idea, pero yo tengo lasaña, que es mi plato favorito.
Causalidad: Joder, igual que yo.
Casualidad: ¡Qué coincidencia!
Causalidad: Esto me empieza a tocar las narices.
Casualidad: ¡Qué coincidencia!
Causalidad: Oye, mira una cosita.
Casualidad: Dime.
Causalidad: ¿Sabes que tuve una erección nada más verte al principio del diálogo?
Casualidad: Mm, pues la verdad es que no lo sabía. Creo que me llaman por ahí.
Causalidad: ¡Qué coincidencia!

3. Se siguen muriendo de sed y hambre muchas personas, no sólo en el Tercer Mundo. Se siguen matando otras tantas por cuestiones económicas, étnicas o religiosas y se siguen lucrando las grandes multinacionales de estas desgracias. Se siguen riendo de nosotros, el pueblo, porque nos tienen en sus manos, desorientados y manipulados. Seguimos desunidos, mirando cada uno su propio ombligo, a la espera de que algún día podamos fraguar metales preciosos de él. Seguimos con las manos metidas en los bolsillos, para no ofrecérsela al prójimo o para salvaguardar lo poco que podamos tener encima. Seguimos sin respetar las palabras del otro, porque nos creemos en posesión de la verdad absoluta. ¿Será casualidad que todo vaya tan mal?


PD: El primero está basado en hechos reales. Odio a los dos tipos del diálogo. Y para acabar dejo nuestra "casualidad de realidad".
Espero que os guste, yo estoy satisfecho.

martes, 9 de febrero de 2010

Nueva palabra a definir...

CASUALIDAD

casualidad.

(De casual).

1. f. Combinación de circunstancias que no se pueden prever ni evitar.




lunes, 8 de febrero de 2010

Sexo

LA MÁS BELLA CANCIÓN
(click en el título para reproducir)

Su mente voló
Allá se encontró a la musa que esperaba
Cantando en su honor
Sirena del cielo que en la tierra
Nunca halló un hogar

Las notas sintió
Besando su faz, en sus sueños anidaron
Latiendo al compás
Su corazón no supo encontrar
Otra manera de amar

Sus cabellos rozó
Se aferran a él sus dedos y caricias
En su espalda escribió
La clave de sol era obertura
De una nueva canción

Ella no calló
Melodía en su voz, en su piel, entre sus sueños
Se aferra a su amor
Ahora es eterna pues su bohemio
La escribió en un compás...

Tú eres la más bella canción
Preludio de mis sueños nocturnos
El beso que nadie dio
Los ojos grises del amor...



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De nuevo, os dejo con una nueva definición en nombre de Fer. Espero que os guste.

domingo, 7 de febrero de 2010

Sueño

Esta noche he cerrado los ojos y los he visto allí a mi lado.

Poco a poco, algunos de sus rasgos se fueron emborronando en mi memoria, pero hoy aparecen ante mí más nítidos que nunca. El timbre de sus voces resuena en mis oídos con la misma naturalidad con que lo hiciera durante tantos años. Aparecen en las habitaciones de la casa y en las escenas cotidianas que compartíamos.

Entonces oigo un “nena, ven que te saludemos”, y ahí están.

Cada uno en su sillón de siempre, sonriéndome como si nada hubiera pasado.

Me acerco lentamente, sin terminar de comprender, y puedo percibir el envolvente aroma del perfume de rosas que tanto le gustaba a mi abuela. Sus ojos inocentes y la delicada tersura de su piel reflejan toda la dulzura y jovialidad de antaño. Siento la suavidad del tacto de su vestido gris de botones negros y dorados, y como una lágrima resbala por su mejilla mientras me abraza.

Al lado veo a mi abuelo, se ha levantado y se acerca hacia mí. Su erguida figura conserva aún toda su dignidad. Del bolsillo de su bata asoman las gafas y el bolígrafo. Ha dejado el diario a un lado. Siento el roce de su leve barba contra mi cara y como con un beso en la frente me da su aprobación. Me sonríe y se emociona, tal como hiciera aquellos días en que yo, con mis dos coletas y la mochila arrastrando, iba contenta a enseñarle las notas.

Entonces abro los ojos y estoy tranquila, porque los veo bien. Porque siempre habrá un día en el que pueda volver a contemplar aquella sonrisa que tanto añoro, en el que pueda volver a oír aquella voz que me reconfortaba, o pueda volver a apretar fuerte esa mano que ahora en vez de al colegio me acompaña a la facultad.

Y sentir que siempre estoy protegida.

Saber que, en cada anécdota diaria, aunque yo ya no se la pueda contar, una sonrisa permanecerá cómplice esperando más detalles.

Y sentirme acompañada.

Menos mal que, a veces, lo que nos es quitado en vida, se nos recompensa en sueños.

viernes, 5 de febrero de 2010

ÁRBOL:

1. - María, llévame al mar, anda…
Y María sonreía, terminaba lo que estaba haciendo, y si el día estaba bueno lo agarraba del bracito y salían a la calle mientras él iba dando golpecitos en el suelo con su bastón. Cuando llegaban lo dejaba solo en su sitio favorito y ella se iba a dar un paseo, a comprar algo, o quizá a sentarse en un banco al sol con sus amigas a charlar un rato. Allí el aire era más fresco que en cualquier otro sitio y el sol pegaba con menos fuerza. Siempre procuraba quedarse en el mismo lugar, a no ser que estuviera ocupado, claro. Le gustaba recostarse en el suelo, o contra el tronco, y dejarse llevar por el sonido del mar y las olas que rompían encima de él. A veces María lo miraba desde lejos y lo veía mover suavemente la cabeza al ritmo del viento, al compás del follaje. Allí le gustaba pensar, pero en nada en concreto. Simplemente se tumbaba y disfrutaba del momento, y en ocasiones se le ocurrían hasta algunas poesías que le parecían bellísimas y que le gustaría escribir si tuviese un poco de vista. Cuando una le gustaba especialmente, pensaba “Después se la dictaré a María para que la copie”, pero al final siempre le entraba vergüenza y no lo hacía, y simplemente trataba de retenerla en la memoria y trataba de acordarse la siguiente vez que iba allí. De vez en cuando se llevaba uno de sus libros en braille y se ponía a leer un ratito, o canturreaba bajito. O no hacía nada. Y eso era lo más común en realidad, sólo se tumbaba y gozaba de su momento favorito.
De cuando en cuando, una de esas olas que se batían sobre su cabeza se rompía golpeada por el viento, y algunas de sus gotitas caían al suelo e iban a posarse sobre él. Cuando las notaba, las dejaba ahí el resto del tiempo, y antes de irse las recogía y se las guardaba en el bolsillo para llevarlas a casa y meterlas en una cajita donde las guardaba. María a veces protestaba y decía que ya era mayorcito para llenarle la casa de hojas, pero en realidad nunca se las tiraba. Y cuando volvían del parque y se encontraba una por el suelo en buen estado, se la metía en la cajita sin decirle nada, porque sabía que a él le gustaba sacarla los días de lluvia y oler sus gotitas verdes.
Así cuando ya llevaban un rato, ella iba a recogerle y le decía “Bueno muchachote, ya es hora de irse a casa, ¿no?”, lo ayudaba a incorporarse y se marchaban. A veces de vuelta pasaban por el banco a ver si habían ingresado ya la pensión, que solía ser que no, compraban el pan y se recogían. Luego María hacía la comida, almorzaban juntos, le dejaba listo algo para la cena y se marchaba. Entonces él se quedaba sólo en casa, sonriendo, esperando que pasara rápido la tarde. Así llegaba pronto el día siguiente, y a media mañana decía:
- María, llévame al mar, anda…
Y María sonreía, terminaba lo que estaba haciendo, y si el día estaba bueno lo agarraba del bracito y salían a la calle camino de su mar, mientras el daba golpecitos en el suelo con su bastón.


PD: Pido perdón a los poetas que ya conocen este texto, pero es que realmente no sé decir si nació como definición y se me hizo relato, o escribí un relato que acabó definición. Sea como fuere, esta es mi definición de "Árbol". Lo juro.