jueves, 30 de abril de 2009

Un Solo Cafe (Soledad)

...La soledad de una gran ciudad,
en una servilleta,
el poder de sus manos con la verdad,
sus pensamientos sus marionetas,
en su cabeza sus trazos gente pasando por alto su destreza,
bebiendo para olvidar alguna mala experiencia,
esperando para que llegue la noche y dormir con alguna cerveza,
soñando que algun dia tubo al lado la belleza,
mensajes al cielo en una botella de papel,
coronado por los dioses con laurel,
sus dibujos, sus emociones y recuerdos en un folio olvidado,
por su alrededor de la gente que le ha dado de lado,
su mundo duro como sus ideas,
en sus ojos la maravilla de sus pensamientos,
haciendole revivir el arte de lo que ha sido en la vida,
en sus dedos el poder del arte,
en su rostro el no poder quejarse,
el arte de la vida y la calle en una servilleta...


Tiempo, Soledad

"...Sabia que la iba a perder tan pronto pasara aquella noche y el dolor y la soledad que se la comían por dentro fueran acallándose. Sabia que tenia razón, no porque fuera cierto lo que había dicho, sino porque en el fondo ambos lo creíamos y siempre seria así. Nos escondimos como dos ladrones en una de las habitaciones sin atrevernos a prender una vela, sin atrevernos ni siquiera a hablar. La desnude despacio, recorriendo su piel con los labios..."

martes, 28 de abril de 2009

lunes, 27 de abril de 2009

Ya tenemos Foro!

http://diccionariopoetas.top-me.com/


Podéis registraros cuando queráis!, no solo para los poetas si no para todo aquel que quiera expresar su opinión sobre el mismo o cualquier otro tema.


Un saludo

Foro El Diccionario de los poetas

Anuncio que hoy se procederá a la creación de un foro especifico para el blog.

Se aceptan propuestas.



Un saludo

martes, 14 de abril de 2009

Soledad

1. ¿Cómo escribir esta sequedad?
¿Qué decir en éstas otras horas en que el cielo se tiñe de luto y el amor se viste de gala?
¿Cuántas palabrass para describir lo que el fotógrafo de mis ojos apenas se atreve a mirar?
¿Por qué mirar donde no me llaman?
¿Cuál es la forma de capturar en el cielo un cautivo mar y por la tierra regadas las nubes de alfalto y metal?
¿Dónde encontrar un sitio sin nadie dentro y sin soledad?
¿Cuándo fui a perder la noción de la cuarta o quinta eternidad?
¿Cómo pasar por alto ahora un muro que tapó al mismo Sol y me dejó huérfano de luz?
¿Qué puedo pensar sin mi cabeza?
¿Cuántos caminos debo recorrer?
¿Por qué no consigo desprenderme de éste cabo, de ésta dura soga, de ésta cuerda con la que me ato?
¿Cuál es el camino por construir entre mi portal y tus sábanas sin que pase por los bajos barrios de las derrotas y los agasajos?
¿Dónde están las llaves que me abran por fin el entrecejo?
¿Cuándo acaba la soledad?
No es un tiempo. No es un lugar.

2. Y justo cuando salía de su casa, cerró la puerta.
Claro, no es algo que pueda parecer memorable, pero a él lo marcó de por vida.
Cerró la puerta sin pensarlo porque iba feliz a su entrevista de trabajo. No es que estuviera en paro, pero este nuevo puesto le ofrecía una condiciones muy poco mejorables. Era el trabajo de la vida de sus sueños.
Siempre buscaba refugio en su vida laboral ya que era de las únicas que le iba bien.
Iba, como decíamos, loco de pura alegría. Ebrio de pura alegría.
El trabajo era suyo, pues daba perfectamente el perfil. Llevaba años preparándose para ello.
Por eso fue tan dramático que se le olvidaran las llaves. Eso, y que tuvo el despiste de no ponerse unos elegantes zapatos en lugar de sus zapatillas con carita de perro.
Ojalá hubiera alguien para abrirle al otro lado de la puerta. Ojalá alguna vez hubiera alguien.

3. Una botella de ron, PIII. Media docena de huevos, PIII. Desodorante de oferta, PIII. Chopped y tranchetes, PIII. Pizza de jamón, PIII. Pizza de bacon, PIII. Pizza de atún, PIII. Salchichas, PIII. Pilas chicas, PIII. Un paquete pequeño de papel higiénico, PIII. Pizza de chorizo, PIII. Coca-cola, PIII. Red-Bull, PIII.
Pobre muchacho, menuda compra más solitaria.

4. Era el cuarto día en que salían aquellas comitivas de encapuchados. Odiaba el olor a incioso, las ruidosas bandas y esas parigüelas de mal gusto.
Odiaba aquella fiesta.
Y más la odió a partir del quinto o sexto codazo que recibió en aquel tumulto, comprendiendo que estaba solo contra el mundo.

5. Se llamaba Soledad, pero le gustaba que la llamaran. Y le llamaban "Ana", que es capicúa, corto, fácil de aprender y fácil de reír. Sobre todo era un nombre fácil de reír. Mucho más fácil de reír que Soledad.

lunes, 13 de abril de 2009

Sexo

1. Estaba bailando, ebrio como casi siempre aunque en ese momento habría jurado que nunca lo había estado tanto. Le sobraba alcohol por todas partes.
Era un hombre y bailaba, lo cual indica ganas de ligar de forma inequívoca. Estaba bailando mirando todo ser que se moviera a su alrededor intentando buscar una presa a la que cazar con sigilo y astucia.
Bailaba y bailaba. Oteaba y oteaba. Hasta que vio en la barra a un ser rubio platino teñido y hortera. Tenía la piel enfoscada de tupido maquillaje. Labios artificialmente gruesos y obscenamente sugerentes. Sin duda, tetas operadas.
Seguía bailando, mientras la miraba y se la follaba con los ojos. Había intentado desnudarla con la mirada pero le fue imposible porque prácticamente venía desnuda de casa.
Se acercó medio bailando y, para qué contar más. Un comentario pseudo-ingenioso, miradita, piropo, picardía, subida de tono, acercamiento… asiento trasero de coche.
Ya no bailaba cuando la besó mientras se embriagaba con su olor a transpiración, alcohol, Margaret Astor y Jean Paul Gautier.
Estaba totalmente borracho, es cierto, pero tiene suficiente lucidez para percatarse de que algo no iba bien. Cuando iba a pasar a mayores y su mano se deslizó por debajo de su falda… ¡horror! Tuvo que salir corriendo de allí, ¡maldita degeneración! No se explicaba cómo podía haber gente así en el mundo.
Contra todo pronóstico, debajo de aquella falda NO encontró un pene.

2. “Bien, chicas, ahora os ponéis de espaldas a mí. Muy bien. Apoyad las manos en el step. Eso es. Abrid las piernas y miradme a través de ellas. Estupendo. ¿Veis esta erección? Es la razón por la que acepté el trabajo.”

3. Creo (si acaso caben creencias en estos asuntos) en la teoría del caos. Me parece muy acertada la imagen de la mariposa que batiendo sus alas provoca tornados al otro lado del mundo. Y es que la más mínima variación, el más mínimo cambio, cualquier toma de decisiones puede introducir un pequeño retardo, un error, si lo prefieren, pequeñas variaciones en la consecución de los actos de los seres que nos rodean y con los que interactuamos. Y éstos, a su vez en otros. Y a su vez en otros. Creando una reacción en cadena, un efecto dominó. Una propagación de situaciones totalmente impredecibles por el ser humano pero perfectamente explicables en el marco de un sistema cerrado (conservativo, se atreven algunos a decir) y enorme a la par que finito.
Por eso muchas veces me intriga pensar las maravillosas y oportunas circunstancias que se deben dar en los confines del Universo para que en algunas ocasiones la vida nos deleite obsequiándonos un cuerpo desnudo tumbado a nuestro lado.

4. Él era negro y su novia era negra. Y sus padres lo eran. Y casi todos en su país.
Trabajaban como negros, vivían como negros y comían como negros.
La vida era sencilla. Bueno, realmente se las veían crudas en todo momento, pero el ser humano ve como sencillo lo rutinario y su vida lo era. Rutinaria.
Trabajaba como un negro, de sol a sol, en condiciones precarias. Y dando una productividad bastante más baja que la que cualquier blanco con más conocimientos podría dar. Sabía poco de física y de química. Lo justo para jugar al fútbol y sembrar el cereal.
Vivía en una rústica casucha, hacinado con su familia. Pocos medios para la higiene, aunque mucha intención que a veces cuenta casi más. Pocas comodidades y ningún lujo, pero bueno, no era poco como para no conformarse.
Comía lo que podía cuando podía. Últimamente no le faltaba mucho, pero tampoco le sobraba.
Y no follaba. Nunca. Porque una vez lo hizo y disfrutó mucho. Era algo gratis y maravilloso. Seguro que la Iglesia tenía razón y era pecado.
Encima para no traer más bocas que alimentar y no contraer enfermedades, había que usar unos artilugios inventados por el mismo diablo. Salvar su vida a cambio de nada sí que debía ser pecado.

viernes, 3 de abril de 2009

Calma

Calma, y mi alma descansara, quiero un silencio, un susurro al oído que me haga dormir eternamente con el sueño que me imagino y no llega, el que perdí, el que deje ir, ese susurro que no entro por mi oído y ahora atrona en mi interior como una tormenta sin control, Calma, solo pido la calma de un cielo despejado que se puede acariciar con la vista, solo una noche, solo un recuerdo, la calma de un abrazo terminando de llorar, solo pido un segundo que no quiere llegar para que mi cuerpo y mente encuentr la calma, mi calma.

miércoles, 1 de abril de 2009

El Diccionario del Poeta Daen00

Estaba dormida encima de la mesa. La luz del escritorio aún encendida y la televisión emitiendo la teletienda.

Hacía tiempo que la pasaba, casi medio año durmiéndose espontáneamente, pero por culpa del invierno parecía haberse recrudecido. Estaba siempre con fiebre y dolores de garganta y los medicamentos que el médico la recetaba, lo único que la provocaban era más sueño.

A pesar de pasar tanto tiempo durmiendo, jamás soñaba. Y eso era algo que la reconcomía por dentro. Deseaba poder soñar, o al menos recordar imagen de todo aquello. Le gustaba pensar en ello mientras "estudiaba", ya que la costaba concentrarse. Cuando abría los libros y sacaba sus apuntes empezaba a notar una presión el cabeza, y a cada frase que leía esa presión iba en aumento.

Pero aquel día fue distinto. A pesar del sueño y los dolores, no terminaba de dormirse en ningún momento, se despertaba a cada segundo, y recordaba fugaces imágenes: un relámpago, una ciudad en penumbra, una habitación vacía y demás cosas en apariencia "tristes". Cuando al fin despertó del todo, estaba asustada. Todas esas imágenes la recordaron a su infancia. Eran las mismas que entonces veía, estaba segura, a pesar de no poder recordarlas del todo ni explicarlas. Lo sabía.

Aquellas imágenes la marcaron, y fueron una parte importante de sus inexplicables caídas de sueño. Aparte de los relámpagos, ciudades, y demás, el sueño que no había olvidado, y que siempre veía nítidamente sin saber que era, era el de una playa, mojada por la lluvia. Y ella estaba allí, parada en la arena, empapada por el agua. Desde aquella primera noche que los soñó, y fueron muchas más, comenzó a odiar la lluvia.

Y aún lo hacía. Odiaba los días de tormenta. No es que tuviera miedo de los relámpagos, ni la molestaba acabar empapada, solo era el recuerdo de aquella noche lo que la dolía.

A pesar de ello hubo una época en la que la dio igual a pesar de las lluvias. Estaba en calma. Y se debía a él. Su droga, como la gustaba llamarle. Lo único que este hacía era estar con ella. Hablarla, distraerla. Unas veces se quedaban en silencio. Otras practicaban sexo. El único requisito era no salir de casa.

Pero todo eso se acabó hacía tiempo. Y lo peor fue que lo vió venir. Él la obligó a salir en un día de lluvia. Aún con miedo, fueron paseando bajo un enorme puente, viendo el agua que caía pero sin mojarse lo más mínimo. Estaba muy asustada, a pesar de sus abrazos. Pero se le veía nervioso. Al fin se pararon, fuera del puente, bajo un árbol de grandes ramas y salientes raíces.Fue allí donde la abandonó, mientras las gotas que se filtraban entre las hojas la mojaban la cara. Simplemente se fue, sin pronunciar ni palabra.

Y ahora estaba allí, dormida en su escritorio. Y aún recordaba aquella tarde en el árbol. Se quedó allí parada, inmóvil. Y hasta que no desapareció él de su vista, no quiso creer que la fuera a dejar allí. Pero así fue. Largas horas se pasó en aquel lugra, sentada, hasta que el tiempo escampó. Volvió corriendo, e incluso se cayó un par de veces por culpa del mojado pavimento. Pero daba igual, necesitaba llegar a casa. Necesitaba dormir.