martes, 14 de abril de 2009

Soledad

1. ¿Cómo escribir esta sequedad?
¿Qué decir en éstas otras horas en que el cielo se tiñe de luto y el amor se viste de gala?
¿Cuántas palabrass para describir lo que el fotógrafo de mis ojos apenas se atreve a mirar?
¿Por qué mirar donde no me llaman?
¿Cuál es la forma de capturar en el cielo un cautivo mar y por la tierra regadas las nubes de alfalto y metal?
¿Dónde encontrar un sitio sin nadie dentro y sin soledad?
¿Cuándo fui a perder la noción de la cuarta o quinta eternidad?
¿Cómo pasar por alto ahora un muro que tapó al mismo Sol y me dejó huérfano de luz?
¿Qué puedo pensar sin mi cabeza?
¿Cuántos caminos debo recorrer?
¿Por qué no consigo desprenderme de éste cabo, de ésta dura soga, de ésta cuerda con la que me ato?
¿Cuál es el camino por construir entre mi portal y tus sábanas sin que pase por los bajos barrios de las derrotas y los agasajos?
¿Dónde están las llaves que me abran por fin el entrecejo?
¿Cuándo acaba la soledad?
No es un tiempo. No es un lugar.

2. Y justo cuando salía de su casa, cerró la puerta.
Claro, no es algo que pueda parecer memorable, pero a él lo marcó de por vida.
Cerró la puerta sin pensarlo porque iba feliz a su entrevista de trabajo. No es que estuviera en paro, pero este nuevo puesto le ofrecía una condiciones muy poco mejorables. Era el trabajo de la vida de sus sueños.
Siempre buscaba refugio en su vida laboral ya que era de las únicas que le iba bien.
Iba, como decíamos, loco de pura alegría. Ebrio de pura alegría.
El trabajo era suyo, pues daba perfectamente el perfil. Llevaba años preparándose para ello.
Por eso fue tan dramático que se le olvidaran las llaves. Eso, y que tuvo el despiste de no ponerse unos elegantes zapatos en lugar de sus zapatillas con carita de perro.
Ojalá hubiera alguien para abrirle al otro lado de la puerta. Ojalá alguna vez hubiera alguien.

3. Una botella de ron, PIII. Media docena de huevos, PIII. Desodorante de oferta, PIII. Chopped y tranchetes, PIII. Pizza de jamón, PIII. Pizza de bacon, PIII. Pizza de atún, PIII. Salchichas, PIII. Pilas chicas, PIII. Un paquete pequeño de papel higiénico, PIII. Pizza de chorizo, PIII. Coca-cola, PIII. Red-Bull, PIII.
Pobre muchacho, menuda compra más solitaria.

4. Era el cuarto día en que salían aquellas comitivas de encapuchados. Odiaba el olor a incioso, las ruidosas bandas y esas parigüelas de mal gusto.
Odiaba aquella fiesta.
Y más la odió a partir del quinto o sexto codazo que recibió en aquel tumulto, comprendiendo que estaba solo contra el mundo.

5. Se llamaba Soledad, pero le gustaba que la llamaran. Y le llamaban "Ana", que es capicúa, corto, fácil de aprender y fácil de reír. Sobre todo era un nombre fácil de reír. Mucho más fácil de reír que Soledad.

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