miércoles, 1 de abril de 2009

El Diccionario del Poeta Daen00

Estaba dormida encima de la mesa. La luz del escritorio aún encendida y la televisión emitiendo la teletienda.

Hacía tiempo que la pasaba, casi medio año durmiéndose espontáneamente, pero por culpa del invierno parecía haberse recrudecido. Estaba siempre con fiebre y dolores de garganta y los medicamentos que el médico la recetaba, lo único que la provocaban era más sueño.

A pesar de pasar tanto tiempo durmiendo, jamás soñaba. Y eso era algo que la reconcomía por dentro. Deseaba poder soñar, o al menos recordar imagen de todo aquello. Le gustaba pensar en ello mientras "estudiaba", ya que la costaba concentrarse. Cuando abría los libros y sacaba sus apuntes empezaba a notar una presión el cabeza, y a cada frase que leía esa presión iba en aumento.

Pero aquel día fue distinto. A pesar del sueño y los dolores, no terminaba de dormirse en ningún momento, se despertaba a cada segundo, y recordaba fugaces imágenes: un relámpago, una ciudad en penumbra, una habitación vacía y demás cosas en apariencia "tristes". Cuando al fin despertó del todo, estaba asustada. Todas esas imágenes la recordaron a su infancia. Eran las mismas que entonces veía, estaba segura, a pesar de no poder recordarlas del todo ni explicarlas. Lo sabía.

Aquellas imágenes la marcaron, y fueron una parte importante de sus inexplicables caídas de sueño. Aparte de los relámpagos, ciudades, y demás, el sueño que no había olvidado, y que siempre veía nítidamente sin saber que era, era el de una playa, mojada por la lluvia. Y ella estaba allí, parada en la arena, empapada por el agua. Desde aquella primera noche que los soñó, y fueron muchas más, comenzó a odiar la lluvia.

Y aún lo hacía. Odiaba los días de tormenta. No es que tuviera miedo de los relámpagos, ni la molestaba acabar empapada, solo era el recuerdo de aquella noche lo que la dolía.

A pesar de ello hubo una época en la que la dio igual a pesar de las lluvias. Estaba en calma. Y se debía a él. Su droga, como la gustaba llamarle. Lo único que este hacía era estar con ella. Hablarla, distraerla. Unas veces se quedaban en silencio. Otras practicaban sexo. El único requisito era no salir de casa.

Pero todo eso se acabó hacía tiempo. Y lo peor fue que lo vió venir. Él la obligó a salir en un día de lluvia. Aún con miedo, fueron paseando bajo un enorme puente, viendo el agua que caía pero sin mojarse lo más mínimo. Estaba muy asustada, a pesar de sus abrazos. Pero se le veía nervioso. Al fin se pararon, fuera del puente, bajo un árbol de grandes ramas y salientes raíces.Fue allí donde la abandonó, mientras las gotas que se filtraban entre las hojas la mojaban la cara. Simplemente se fue, sin pronunciar ni palabra.

Y ahora estaba allí, dormida en su escritorio. Y aún recordaba aquella tarde en el árbol. Se quedó allí parada, inmóvil. Y hasta que no desapareció él de su vista, no quiso creer que la fuera a dejar allí. Pero así fue. Largas horas se pasó en aquel lugra, sentada, hasta que el tiempo escampó. Volvió corriendo, e incluso se cayó un par de veces por culpa del mojado pavimento. Pero daba igual, necesitaba llegar a casa. Necesitaba dormir.

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