lunes, 13 de abril de 2009

Sexo

1. Estaba bailando, ebrio como casi siempre aunque en ese momento habría jurado que nunca lo había estado tanto. Le sobraba alcohol por todas partes.
Era un hombre y bailaba, lo cual indica ganas de ligar de forma inequívoca. Estaba bailando mirando todo ser que se moviera a su alrededor intentando buscar una presa a la que cazar con sigilo y astucia.
Bailaba y bailaba. Oteaba y oteaba. Hasta que vio en la barra a un ser rubio platino teñido y hortera. Tenía la piel enfoscada de tupido maquillaje. Labios artificialmente gruesos y obscenamente sugerentes. Sin duda, tetas operadas.
Seguía bailando, mientras la miraba y se la follaba con los ojos. Había intentado desnudarla con la mirada pero le fue imposible porque prácticamente venía desnuda de casa.
Se acercó medio bailando y, para qué contar más. Un comentario pseudo-ingenioso, miradita, piropo, picardía, subida de tono, acercamiento… asiento trasero de coche.
Ya no bailaba cuando la besó mientras se embriagaba con su olor a transpiración, alcohol, Margaret Astor y Jean Paul Gautier.
Estaba totalmente borracho, es cierto, pero tiene suficiente lucidez para percatarse de que algo no iba bien. Cuando iba a pasar a mayores y su mano se deslizó por debajo de su falda… ¡horror! Tuvo que salir corriendo de allí, ¡maldita degeneración! No se explicaba cómo podía haber gente así en el mundo.
Contra todo pronóstico, debajo de aquella falda NO encontró un pene.

2. “Bien, chicas, ahora os ponéis de espaldas a mí. Muy bien. Apoyad las manos en el step. Eso es. Abrid las piernas y miradme a través de ellas. Estupendo. ¿Veis esta erección? Es la razón por la que acepté el trabajo.”

3. Creo (si acaso caben creencias en estos asuntos) en la teoría del caos. Me parece muy acertada la imagen de la mariposa que batiendo sus alas provoca tornados al otro lado del mundo. Y es que la más mínima variación, el más mínimo cambio, cualquier toma de decisiones puede introducir un pequeño retardo, un error, si lo prefieren, pequeñas variaciones en la consecución de los actos de los seres que nos rodean y con los que interactuamos. Y éstos, a su vez en otros. Y a su vez en otros. Creando una reacción en cadena, un efecto dominó. Una propagación de situaciones totalmente impredecibles por el ser humano pero perfectamente explicables en el marco de un sistema cerrado (conservativo, se atreven algunos a decir) y enorme a la par que finito.
Por eso muchas veces me intriga pensar las maravillosas y oportunas circunstancias que se deben dar en los confines del Universo para que en algunas ocasiones la vida nos deleite obsequiándonos un cuerpo desnudo tumbado a nuestro lado.

4. Él era negro y su novia era negra. Y sus padres lo eran. Y casi todos en su país.
Trabajaban como negros, vivían como negros y comían como negros.
La vida era sencilla. Bueno, realmente se las veían crudas en todo momento, pero el ser humano ve como sencillo lo rutinario y su vida lo era. Rutinaria.
Trabajaba como un negro, de sol a sol, en condiciones precarias. Y dando una productividad bastante más baja que la que cualquier blanco con más conocimientos podría dar. Sabía poco de física y de química. Lo justo para jugar al fútbol y sembrar el cereal.
Vivía en una rústica casucha, hacinado con su familia. Pocos medios para la higiene, aunque mucha intención que a veces cuenta casi más. Pocas comodidades y ningún lujo, pero bueno, no era poco como para no conformarse.
Comía lo que podía cuando podía. Últimamente no le faltaba mucho, pero tampoco le sobraba.
Y no follaba. Nunca. Porque una vez lo hizo y disfrutó mucho. Era algo gratis y maravilloso. Seguro que la Iglesia tenía razón y era pecado.
Encima para no traer más bocas que alimentar y no contraer enfermedades, había que usar unos artilugios inventados por el mismo diablo. Salvar su vida a cambio de nada sí que debía ser pecado.

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