viernes, 15 de mayo de 2009

Plafón

1. Parece que había miles de plafones.
Un pitido omnipresente anegaba sus oídos con pegajosa insistencia.
Estaba adormilado, pero tenía la suficiente lucidez para reparar en que había una serie periódica de plafones que entraban en su campo visual pora rriba y salían por abajo. Estaban equidistantes y apurados. Muy apurados. Corrían a toda velocidad de arriba hacia abajo. Aquel vertiginoso pasar lo mantenía distraído. Ni aun intentándolo habría sido capaz de contar tantos plafones.
Cualquier distracción es suficiente cuando una camilla es un bólido.

No recordaba exactamente cuándo se había dormido, pero despertó. Y despertó teniendo justo delante un plafón inquietantemente quieto. Lo observaba desde su estática posición. Éste era menos divertido.

2. Y vio Paseo, el dios de la Luz, que el Sol tenía polvo. Por eso lo desenroscó de su plafón, para limpiarlo un poco. Al hacerlo, todo quedó sumido en tinieblas. Así nacieron la Luna y Caricia, diosa de la Oscuridad.

3. Al menos sucedía una vez al mes.
Como la Luna.
Como la menstruación.
Siempre había un motivo para que la realidad se plegara y abofeteara a su felicidad con virulencia. Y por eso se ofendía uno o se ofendía la otra, pero el caso es que las cuerdas vocales se erizaban sin contemplaciones ni miramientos. Se llenaban sus voces de púas venenosas y arrojadizas.
El suelo de sus palabras se llenaban de blandas y volátiles cenizas que se suspendían en el aire al pasar, como colgadas de hilos confulsivos.
Y colgado quedaba él siempre. Antes de hablar, mientras pensaba, mientras hablaba, después de hablar, mientras pensaba en lo dicho, en el silencio y en todo. Y en nada.
Quedaba colgado del plafón de su habitación y de las grietas del techo. Probablemente si en vez de hablar tumbado, hablara sentado se habría colgado todo del ventilador. Pero no era así.

4. Realmente las bombillas son de mentira. No es que no existan, sino que son inútiles. Son los plafones los condensadores de luz que nos arrojan fotones con suavidad para que podamos ver. Por esos son negros, porque con su cuerpo no reflejan nada de luz sino que la concentran para poder regalárnosla.
A un plafón le da igual que todo el protagonismo se lo lleve la bombilla porque las aman y cuidan. Las sujetan para que no se caigan en sus imposibles y acrobáticas posiciones.
Los plafones son así.

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