domingo, 31 de enero de 2010

TORMENTA

1. Una noche cualquiera, quizá una de esas frías y lluviosas. De invierno, cuando es de noche la mayor parte del día, y lo único que apetece es quedarse en casa, calentito. Ese es el tipo de noche necesario para entender el significado de la palabra tormenta.
Para ello es indispensable tener pareja. Hablo de pareja estable, sentimientos y todo eso, no cualquier mindunguilla facilona que hayamos escogido para calentarnos la noche. A esa mujer, esa noche, es necesario hacerle el amor. Lenta y apasionadamente, el amor. Puede que las gotas hagan ruido al estamparse contra los cristales, marcando el ritmo, el viento aúlle en nuestras persianas, los redobles de truenos lejanos queden ahogados por nuestros suspiros y los relámpagos iluminen intermitentemente nuestro paraíso particular. Con luz blanca y aséptica, pero no indiferente ni muerta. Ese tipo de luz blanca, aséptica y cálida que sólo saben tener los rayos. Cuando hayamos terminado, desnudos y sudorosos, es necesario dejarse llevar aún unos minutos más. Tiene que llegar ese abrazo que más que un abrazo es un refugio. Y cuando llegue, y notemos como ese frágil navío al que amamos busque puerto y cobijo en nosotros, es necesario corresponderle, apretar aún más los brazos si cabe, estrecharla fuertemente contra nuestro pecho, y suspirar brevemente mientras le olemos el pelo.
Entonces, en ese preciso instante, susurraremos bajito, en voz muy queda: “Este es el tipo de noche que tanto me encantaba tener con mi exnovia”.

¡Et voilá!

PD: Perdón por la tardanza, os eché de menos.

2 comentarios:

  1. Un final perfecto!

    Mientras me embelesaba con la lectura, pensaba que acabaría yendo a la cama con una lágrima bajo el brazo... pero no, me voy satisfecho y con una sonrisa en la cara. Perfecto

    Un beso!

    ResponderEliminar
  2. Estás que te sales del pellejo, compañero.

    Pero como vuelvas a poner un final así te corto las gónadas, es broma.

    Rugidos de Mufasa (Saludos míos, vaya).

    ResponderEliminar