jueves, 12 de noviembre de 2009

Noche

1. Una deshilachada soga blanca serpentea hacia el ático del firmamento. El nivel de cientos de mares cobrizos ha ido disminuyendo mientras su espuma se desvanecía. Las paredes parecen rugir un cántico apenas acallado por el vocerío de la multitud. El olor a depravación inunda todos los resquicios.
Parece que el fin del mundo va a ser esta noche y yo estoy encerrado en un bar.


2.
Aprendí de la dictadura
que comandan tus ojos,
oscuros como una noche,
que cuenta igual una luna
que una treintena de soles.

Noches claras de verano,
alguna brisa fresca
y cielos estrellados.
La madre estrella puesta,
gatos en los tejados.
Tu cuerpo y las aceras.
Mi cuerpo y tu regazo.
Tu cuerpo y un regalo.

Cientos de ellas acuden
en cajitas de docenas
y al pasar te recubren
del humo de miles de velas.
Mientras el humo sube
algunas acunan estrellas
y otras acunan nubes.
Otras lloran lo que tuve.

Aprendí de la dictadura
que comandan tus ojos,
oscuros como una noche,
que cuenta igual una luna
que una treintena de soles.


3. Los testículos del padre de Beyoncé latían en el cuello de su útero. Supongo que por eso cuando me acerqué a ella, la vagina me miró intensamente y con una voz desagradable me gritó “¡¡Es culpa tuya, es culpa tuya!!”.
Me desperté lamentando haber comido tanto antes de acostarme.


4.
Horas nocturnas en compañía
de la voz de mis pensamientos.
En el viento se perdieron deseos
de que duerma bien como intentos.
Tres y cuarto informa mi reloj,
cuando presiento,
que tres cuartos de la noche
los pasaré comiendo techo.
A solas con la voz que juega a romper el equilibrio
en medio del salón central de mi cerebro.
Autopsias del yo interno.
La certeza de que llegará un día nuevo
y yo seguiré en el infierno de ojos abiertos.
Y vueltas y volteretas con las sábanas
la proximidad de la mañana,
la ansiedad y las cábalas.
Espántalas, mátalas, sácalas de mi cabeza.
Pido una ayuda que no venga en cápsulas.
Pesan las deudas a Morfeo.
Reo de mis propias imaginaciones,
creo que me quedan tres horas para levantarme
y tres y cuarto para coger el sueño.
Empeño mis frustraciones en un abismo de horas.
Colgado del plafón del techo
disimulo que algo dentro de mí llora.

Quizás padezca insomnio,
o quizás sea una maldición del demonio,
la opinión de mi almohada
es que es la conciencia.
No puedo dormir si fuera reinan
el caos y la violencia
No puedo descansar
mientras sepa que fuera manda gente
que se dedica a matar.
Mientras sepa que se nos hace tarde,
se nos muere en las manos el planeta
y nos peleamos entre nosotros
con Alqaedas y ETAs.
Si mi vecino está más preocupado
por el regalo de los Chocapic
que por la muerte por inanición
de un niño en Brasil.
Y sí, todo eso pienso mientras me peleo
con mi colchón en silencio.
Y dura la sinfonía de ruidos,
y dura la agonía muda
del que regala sus noches en vela a oscuras.

4 comentarios:

  1. Me gusta tu interpretación tan realista y formal de la noche, sobre todo en el 3º texto... muy espontáneo y con un preciado toque de humor.

    ¡¡nos leemos!!

    ResponderEliminar
  2. Yo...
    ya te expresé mi parecer, los pares me encantan, aunque los impares tampoco tienen desperdicio.

    Hay mucho contraste en este grupo, es magnífico.

    ResponderEliminar
  3. Fernando, por favor no me tengas en cuenta la tercera acepción de esta palabra. Es claramente una enfermedad.
    Me alegro que te guste, en cualquier caso.

    P.D: ¡Primo, qué fiel me eres! Ya me contarás :D.

    ResponderEliminar