lunes, 23 de marzo de 2009

Tormenta

1. ¿Y ese momento protagonizado por la estufa? Entendemos mal lo que es una tormenta. No es un fenómeno atmosférico violento y plagado de agua, viento, rayos y truenos. Una tormenta es puro calor, puro sosiego.
Una tormenta es una mantita de cuadros, un buen disco, una mesa camilla, un juego de mesa, una familia, una luz suave. Una tormenta son pocas ganas, es la pereza y la paz.
Los abrazos son más suaves cuando hay tormenta. Los besos son más sonoros y las caricias llegan más allá cuando el cielo se derrumba. Los susurros, las miradas, las risas, los chistes y la merienda son más parte de la tormenta que el pluviómetro y la veleta.
Sabía más de una tormenta Mario Benedetti de lo que jamás pudo llegar a saber Benjamin Franklin.
Yo soy ateo durante todo el año para poder convertirme de vez en cuando y adorar al dios de las tormentas.

2. Mientras observaba aquella camiseta de propaganda, recordó que un día se había transformado en el improvisado pijama de ella. Aunque la había lavado varias veces después de aquella noche, todavía olía a ella o al menos eso le parecía a su romántico olfato. Recordaba sus delgados bracitos saliendo a duras penas de las anchas mangas. Su cuerpo dibujándose vagamente, dejándose envolver de lejos, insinuando figuras a través del algodón que rezaba "Carnicería el Gordito". Recordaba sus preciosas piernas colgando del descosido dobladillo. Recordaba su suavidad.
Recordando estaba cuando un grito lo sacó de la ensoñación. Uno de los muchachos, que estaban intentando achicar aguas, había caído al líquido abismo. Sería conveniente que fuera a echar una mano para intentar gobernar aquel monstruo metálico que lo llevaba en sus entrañas, mientras él llevaba dentro una pena más grande y oscura que la mar.

3. Había sido un día muy largo. Todo el día de acá para allá, sin parar. Le apetecía meter los pies en agua con sal y ponerse un disco de Elton John para relajarse sin pensar en nada.
Tanto sufrimiento no estaba pagado ni se podría pagar con todo el oro del mundo. Le apretaba el traje y estaba deseando quitárselo para ponerse la bata y las babuchas. Hoy no iba a durar nada despierta. Ni iba a ver la tele. Sabía que en cuanto se acostara le vencería el cansancio del trabajo y los disgustos de todo el día.
Después de acabar la cena, fue a por un yogur al frigorífico:
-¡Eh! ¿Quién se ha comido mi desnatado de coco? Cíclope, ¿has sido tú? -preguntó enfadada.
-No, a mí no me gusta el coco -contestó.
-Bestia, ¿has sido tú?
-Negativo, pequeña -contestaba alguna voz desde algún lugar que no alcanzaba a ver.
-¡Seguro que ha sido Tormenta! -dijo enfadada.

Poesia

domingo, 22 de marzo de 2009

Droga

Me siento. Intento concentrarme, desconectar, pero es imposible. Mi cuerpo no me pertenece. He perdido el control. No soy consciente de nada. Un sudor frío, o caliente, no sé, recorre mi cuerpo, acompañado de un gran malestar . Mis piernas, más juguetonas de lo normal, intentan hacerme andar, moverme, pero mi cabeza se lo niega, mi cabeza quiere escapar, está confundida, no sabe nada.
Por si fuera poco, no consigo controlar mis emociones y sufro repentinos cambios de humor, drásticos cambios que son los culpables de que esté perdiendo a todos mis seres queridos. Ya no soy el mismo, y no soy el único que lo piensa. Deseo reir y llorar, murmurar y gritar, correr y dormir, comer y vomitar. Deseo morirme, joder. Deseo que todo vuelva a ser como antes, y que todo esto no sea real, pero por desgracia lo es, sé que lo es.
He intentado cambiar, pero la atracción es brutal. Ella se lo ha llevado todo, y me ha dejado sin nada. Necesito volver a la normalidad, que todo sea como antes, volver a sentirme bien, seguro, tranquilo... . Necesito calmarme, necesito saciarme, necesito recuperarme; necesito que la puta droga vuelva a correr por mis venas...

viernes, 20 de marzo de 2009

Droga (1)

Mientras subía los altos escalones de aquella quejumbrosa escalera de madera, empezó a sentirse mareada. Tuvo que agrrarse fuertemente al pasamanos para no caerse. Solo hacía media hora que probó por primera vez la cocaina, pero se sentía como si hubiera estado enganchada durante años. Había sido su novio, Anthony, el que la "obligó" a ello. Clara no quería, obviamente, pero la insistió tanto, y claro, era su novio y no quería (podía) decirle que no. Ahora sabía que se había equivocado. Jamás debió probarlo. Estaba destrozada, y apenas consiguió entrar en su casa, cayó derrotada. Como un saco de patatas, quedó tendida en el suelo.

Cuando al fin despertó, pasadas unas cuantas horas (dificil adivinar cuantas), se encontró repleta de vómitos, y con una euforia que jamás había sentido antes. Se levantó casi de un salto y fue directa a la ducha. A pesar de notar el agua helada y de que las gotas de agua se le clavaran como alfileres al contacto con la piel, lo disfrutó como nunca. Al cerrar el grifo y salir del baño, empapada, y mientras mojaba la alfombra del largo pasillo con el agua que chorreaba de su pelo, volvió a notar el bajón. Pero esta vez era distinto.Su cuerpo aún estaba ahí, incluso su mente, y podía controlarlos a ambos, pero se sentía triste. Notaba un vacío en su interior, una depresión como jamás hubiera sentido o imaginado. Y lo peor de todo es que sabía que solo había forma de dejar de sentirse así. Ni más ni menos que volver a lo mismo que se lo había provocado. Una nueva raya de coca.

lunes, 16 de marzo de 2009

Silencio

1. El cine y la tele gustan porque tienen música. Es inevitable asociar una película con una música. La Guerra de la Galaxias con la marcha imperial, las de Disney con sus canciones, Phenomenom con Change the world, Quédate a mi lado con Aint' no mountain high enough, Space Jam y I believe I can fly, etc. La lista se hace inmensa.
El caso es que no me refiero a esas músicas. Me refiero a las ambientales. A esas partes de las B.S. que no son tan recordadas (sin contar a los frikis, claro). Al violín que acompaña sin ser protagonista. A ese discreto solo de piano. A esa música que transmite más de lo que pensamos o de lo que el propio autor llega a imaginar. Esas músicas son las que nos enganchan a las series y nos hacen ir al cine. Sin esas músicas, a nadie le gustaría la fabulosa mentira que se proyecta en la pantalla. Porque esas músicas nos sacan de la situación.
"¡Exagerado!", diréis algunos. "¡Lunático!", me llamaréis otros. "¡Hijo de ****!"... no os paséis. Me explico: la vida no tiene música ambiental. Nada suena en off más que el eco de nuestros propios pensamientos en la inmensidad de nuestras diminutas mentes. Y es triste. Y es crudo.
La crudeza del silencio es lo que tememos. Su sinceridad. Su atroz y descarnada transparencia. Pocas cosas hay más terroríficas que un absoluto silencio.
Es delator y su propia naturaleza enferma de fragilidad nos hace sentirnos vulnerables y desnudos ante él. El silencio es el adorno más enormemente ostentoso que puede tener cada una de las escenas de nuestra vida, porque es un adorno tan asombrosamente diáfano que nos muestra dichas escenas tal y como son. Sin envoltorios. Sin acolcharla ni prepararnos para la aspereza de la insensible realidad.
Por eso cuando en un hospital de una peli, muere alguien, no lloramos. Porque suena una música que nos hace creer que es una muerte estremecedoramente triste. Pero lo que es realmente estremecedor es el silencio que reina en esa habitación mientras la enfermera de turno retira todos los útiles sanitarios.
Cuando la protagonista reconoce que fue violada, la música dota a la escena de una especie de airbag. Sin ella, los ecos de la voz, las siseantes palabras de dolor crearían un clima tan abrumador que sería hostil.
Un nacimiento, una pelea, un final. Llenando ese silencio con acordes, vaciamos la escena del vértigo que tiene de por sí.
Hay silencios que cortan como espadas. Silencios ruidosos que atruenan en los oídos impidiéndonos pensar. Los hay incómodos y largos, anhelados, delatores y asesinos. Hay silencios que roban vidas y hay silencios que la dan. La vida es silenciosa excepto cuando evoluciona y fluye con estruendo y vigor.
El silencio es el adorno más enormemente ostentoso que pueda haber y creo que no estamos del todo preparados para él. Y lo apartamos de nuestras vidas con música, para poder digerir mejor las acometidas insípidas de la existencia.

2. ¿Y quieres, pequeño, que te diga lo que es el silencio? Es un vaso mientras cae, el instante en el que un cerebro sojuzga al pie que dé un frenazo, el tiempo que existe entre el portazo y la reacción, el pitido de una máquina en el hospital.
El silencio es la mejor respuesta y la peor ofensa. El agravio, el respeto y el elogio.
El silencio es el ruido de las olas y el crujir de un televisor. El silencio arma un tremendo escándalo cuando está en los labios de un actor que olvidó su papel, es un error bendito.
El silencio es una preciosa mierda.

3. Él la acompañaba a su casa sin tener ni puñetera gana. Vivían lejos el uno del otro, pero más enorme se hacía la distancia cuando estaban enfadados. La tensión de diez dedos que no se entrelazan alarga el camino de regreso.
Los tacones de ella eran la banda sonora de la vuelta a casa. Miraban con tanta intensidad el final de la calle que recorrían que casi parecía que pudieran leer algo en el horizonte. Y a juzgar por sus expresiones, lo que estaban leyendo debía ser una factura.
Eran muy orgullosos ambos y se despedían con una desmedida y explosiva frialdad. Eran deliberadamente descorteses. Se despedían con un frío adiós, pero ninguno decidía irse.
Ninguna deidad todopoderosa de esas que habitan los cielos podría adivinar el porqué acabaron riendo. Nadie que conociera el principio y el final de la historia podría adivinar lo que había sucedido por medio, pero fuera como fuese ahora estaban abrazados con unos pocos centímetros rebeldes entre sus caras. Perdido uno en las pupilas del otro, se besaban. Sin compasión ni cuartel. Se besaban sin contemplaciones. Y entre beso y beso, entre ataque y ataque de húmedo cariño, tomaban aire profundamente planeando una estrategia infalible para asestar un certero e intenso beso que resultara definitivamente rotundo.
Era en ese lapso de vértigo cuando el dios Cronos parecía detenerse juguetón y en el mundo reinaba el más profundo de los silencios.

sábado, 14 de marzo de 2009

Sueño (2)

Despierto en mitad de la noche. 3.07, según el reloj de la mesilla. Estoy sudando, a pesar de hacer bastante frío. Con bastante esfuerzo me levanto, y pisando el frío suelo, me acerco hasta la cocina. Bebo un poco de agua, pero decido llevarme la botella de vuelta a la cam, auqneu antes debo pasar por el baño. Los azulejos hacen que me hiele, y cuando por fin vuelvo a meterme en la cama, el calor vuelve.

Tras un rato dando vueltas, vuelvo a levantarme, esta vez para coger el portatil, ya que no consigo dormir, por lo menos me distraerá un rato. Nada más encenderse, lo primero que hago, instintivamente, es poner música. Vivo solo, por lo que no importa que la ponga a un volumen considerable, pero tampoco quiero molestar a los vecinos, por lo que me pongo los cascos. Suenan los White Stripes (Ball and Biscuits). Mientras recorro distintas tonterías de internet (y no, no miraba nada de porno), me prometo que no voy a buscar su foto. Eso sí, antes de decir esto, ya está abierta en el programa, y puesta a pantalla completa. Ojala fuera real, y no msolo un producto de mi imaginación, como sé que és.

Eso si, mi cabeza es una hija de puta. Se inventa a una chica de la que me enamora, y va y le inventa un novio, imbecil y vago. Joder, ¡para eso ya estoy yo!

Menuda mierda de sueños que tengo joder.

jueves, 12 de marzo de 2009

Tormenta

Era una tarde oscura, triste, dormida. Él intentaba evadirse, y olvidar, que tras mucho tiempo, estaba condenado a pasar una aburrida tarde en casa.
Perdido, intentó encontrarse a sí mismo, y, muy indeciso se puso a mirar aquella caja que tantas alegrías le había dado, que tanta diversión le había dado, que tanta cultura le había quitado.
Tras un buen rato perplejo, atónito, con la mirada puesta en tan sublimes insensatezes, ocurrió el olocausto, el acabose. La tormenta que acechaba en el exterior, causa de su notable aburrimiento, había estallado, y su furor se duplicaba, y su violencia se hacía más y más grande. Hasta que ocurrió: La tan ansiada y deseada electricidad, acababa su concierto, dejando la casa y a nuestro protagonista sin el que ahora era su bien más preciado.
Invadido por una ira y una impontencia descomunales, se puso a buscar la solución a tan arduo problema, y tras varios intentos de vencer a su aburrimento, encontró la solución: leería uno de esos libros, viejos, arrugados, enmoecidos por la humedad, uno de esos libros que jamás había abierto.
Sin pensarlo ni un segundo, y con ayuda de una linterna, se puso a deborar uno de los muchos libros que tenía yaciendo en lo más alto de aquella estantería.
Estaba a punto de introducirse en un mundo nuevo, a ser conmovido por historias fantásticas, duras, realistas, a identificarse con algún personaje, a sentir que no podía dejar de leer, a amar a tal libro por encima de ninguna otra cosa...
Tras varios minutos ojeando el citado libro, con aires de grandeza, cerró el libro con gran decisión, y lo lanzó, dejando que yaciera en el suelo como si fuera un desperdicio.
En ese mismo instante, sin darse cuenta, estaba tirando grandes dosis de vocabulario, de división de opiniones, de fantasía, de reflexión, de cultura al fin y al cabo. Estaba tirando una de esas cosas que ahora más se tira, estaba tirando su capacidad crítica, dejándose llevar por la manada que es controlada por los pastores, pastores que nos intentan inyectar por la retina una visión del mundo acorde con sus ideas, una visión del mundo ideal, una visión del mundo iexistente e inalcanzable. Pero al fin y al cabo estaba haciendo lo que está más de moda, dejar a un lado la cultura y dejar que su despreocupación lo invada todo, porque todo problema se solucionara solo, y si no, ¿qué más da?

Árbol

Decidió salir a dar un paseo, porque supuso que otra persona lo habría necesitado en su estado.
La verdad es que no solía caminar con fin placentero y mucho menos terapéutico, sino funcional. Tanto es así, que no sabía exactamente qué debía hacer para pasear. […]
Al salir a la calle, se dio cuenta de que no tenía ningún lugar al que ir, así que en cuestión de segundos su mente confeccionó lo que podríamos denominar "Itinerario poco funcional para almas penantes" (IPFPAP). Empezó a seguirlo a un ritmo más pausado de lo habitual, pero que seguía siendo rápido. Cuando se percató, redujo el paso, porque un paseo se hace con calma.
Llevaba un par de kilómetros andados y pensó "Si sigo un itinerario predeterminado del tipo IPFPAP, no estaré paseando, sino yendo a sitios", y creo que tenía razón. […]
Nadie le molestó en su camino hasta el Parque. Empezó a pasear por allí, entre atletas que lo recorrían de punta a punta persiguiendo a su propio aliento mientras se les escapaba, señores con perritos, mujeres con carritos y luces de farolas. Hacía frío, pero no era una noche desagradable.
Fue a sentarse en un banco frente a una farola que estaba apagada. El camino que había seguido en aquel parquecito, estaba franqueado a ambos lados por una larga hilera de árboles (no sabía de qué tipo) que bailaban agitando suavemente las ramas. Observó (no tenía nada mejor que hacer) el árbol que tenía justo delante y reflexionó sobre su vida (la del árbol). Ese ser vivo, tenía un ciclo que duraba 24 horas al igual que el de los humanos y el del resto de animales, con la diferencia de que aquel ser las veía pasar a velocidad distinta. El mundo rotaba a otra velocidad, las personas pasábamos a su lado a otra velocidad distinta a la suya. Y sin embargo, allí estaba, de pie frente a él, sin inmutarse, balanceando sus hojas lentamente, sin prisas, de forma plácida. Aquel árbol (no sabía de qué tipo de árbol se trataba) era la imagen de la serenidad y la calma.
Imaginó ser un árbol y en aquel momento creyó que comprendía que siendo uno de ellos, te vuelves sosegado y tranquilo de pura impaciencia.
Echó la cabeza hacia atrás y vio una luz entre las ramas y las hojas de este árbol, de aquel y de el de al lado del otro que había más para allá. Era Venus, sin ninguna duda, y lo estaba espiando impunemente entre la vegetación, siendo voyeur en su soledad. O quizás solamente estuviera observando los árboles (sin saber qué tipo de árbol eran).
Sin darse apenas cuenta, tras tanta reflexión banal ahora estaba mucho más tranquilo, no notaba ninguna opresión interior. Consideró que cualquier persona ya no necesitaría seguir en aquel parque y que debería volver a casa. Se puso en pie y emprendió el camino de vuelta siguiendo un "Itinerario de regreso más o menos funcional para almas más o menos aliviadas" (IDRMOMFPAMOMA).
Dijo "Bueno, pues ya me voy". El árbol contestó "Me parece bien, espero que te mejores y que no tengas que venir con frecuencia". "Muchas gracias, doctor...", "Álamo", "Vaya, nunca lo habría adivinado".
Y se alejó de su particular psiquiatra.

miércoles, 11 de marzo de 2009

Sueño

Y el sueño se bajo de mi coche
de mi carro tirado por caballos,
El sueño se desvaneció, el sueño me desperto
y el sueño ahora no me deja vivir.
El sueño que busco y no llega,
el que me mata cada noche en silencio
esperando una nueva entrega
con el silencio a gritos clavándose en mis timpanos
y llorando por volver a ver el cielo tumbado en la arena.

Se aleja mi sueño, en silencio mientras miro al cielo...

Árbol

Vida, vida en silencio, vida arada y en continuo movimiento, sensación sin sentimiento, amor grabado no valorado en cortezas que duraran permanentes al frio del invierno, sentimiento de parejas que perduraran marcadas en tu rostro, fuente de alimentos, carreteras de insectos por tu piel desfilan como la savia que recorre tu corazón dormido en las entrañas de la tierra, sombra en verano, cobijo de siestas, telaraña de ramas que atrapan el cielo de nuestra mirada, lugar de juego de niños, ramas que sirven de espadas para ser en la imaginación un nuevo Robin Hood, columpios que cuelgan de tus extremidades, sauces que ocultan lagrimas y abrazos, tormentas que hacen enfurecerte y gritar con crujidos que golpean contra ventanas, anillos por años de generaciones que te vieron en algún momento, defensor de la no violencia contra sierras y fuegos, exactamente pincel del paisaje.

Cielo, Árbol

Triste, melancólico, me resguardaba bajo la sombra de un viejo sauce, con sus caídas ramas, al igual que mi moral dolida y dañada por burdos recuerdos, sin importancia. Tras vagos resoplidos descorcentantes, me deslizé derrotado por el rugoso tronco de aquel árbol, hasta que mi espalda quedo unida a la fresca y humeda hierba, que me acogió con un cariño que no había percibido desde hace mucho tiempo.

Alcé la mirada hacia el cielo, intentado buscar una remota señal que me diera fuerzas. El Sol, tímido, se resguardaba tras una imponente nube. Busqué y busqué, pero fue inútil, ya era demasiado tarde. El cielo se vestía con una oscura capa, el ambiente se enmudecía, el viento se hacía notar, todo se calmaba, se refugiaba, todo cambiaba, todo, excepto mis sentimientos.

Cielo (1)

- ¿Como ha podido crear eso, Señor?

- ¿A que te refieres, oh Pedro?

- A ese… Esa… Cantidad de dolor… De sufrimiento.

- Si no me equivoco, y sabes que jamás lo hago, te estás refiriendo a eso que Adán decidió llamar amor. ¿No es así, mi queridísimo amigo?

- A eso mismo, Señor.

- Eso no es cosa mía. Sucede como consecuencia de sus actos. Como bien sabes, aquí, en el cielo, no exisite el sufrimiento. Por lo tanto, no está creado por mí, si no que es solo algo terrenal, provocadopor los propios hombres.

- ¡Entonces es obra del Maligno!

- No te confundas Pedro. Piensa: ¿a cuantos enfermos de amor, prohibirías la entrada al cielo?

- A ninguno, por supuesto. Todos ellos están dispuestos a entregarlo todo por la otra persona. Y a alguien capaz de eso, no puedo si no dejarle pasar.

- Exacto. Y algo que consigue eso en una persona, no puede ser obra de Lucifer.

- ¿Y cual es vuestro plan, mi Maestro, para ellos cuando al fin logran reunirse aquí?

- Yo no tengo planes Pedro. Si su amor es puro, sus almas se unirán en una sola.

- ¿Y si no lo es?

- Entonces tú, en toda tu sapiencia, no los permitirías el paso.

- Pero jamás ha sucedido eso. Todo el que llega hasta aquí, ha pasado.

- Eso es porque está prohibido haber vivido, y no haber amado.

martes, 10 de marzo de 2009

Sueño

Juntos, de nuevo, nos sentamos al unísono en el banco más lejano del centro de la ciudad. Rodeados de árboles y de tranquilidad, confiamos en continuar solos en aquel lugar. Tras tímidas miradas de reojo, y tras un infinito silencio, nuestras miradas se juntan de nuevo, y no quieren separarse.

Sin dejar que digas nada, comienzo a dibujar una sonrisa en tu cara que al tiempo es correspondida. Una sonrisa bélica, angélica, evangélica. La sonrisa deseada. Una sonrisa de plata que modula tu risa de cristal. Y empiezo a soñar.
Nuestra mirada, cada vez más cercana, espera sin impaciencia acercarse y acercarse más, nuestros ojos se agrandan y se inundan de deseo, buscan perderse entre ellos, jugar, disfrutar. Y deseo soñar más.

Nuestras manos se confunden ahí abajo,y se unen, se separan, también juegan. Juegan con una sutileza abrumadora, y desean acariciar nuestras aterciopeladas manos. Necesito soñar más.

En un instante mis manos dejan de jugar con las tuyas, y buscan hundirse en la profundidad de tu pelo, acariciarlo, disfrutarlo,y mientras, nos besamos, y nuestras bocas se llenan de sueños fantásticos, anárquicos,esporádicos, de indescriptibles sensaciones, emociones, que hacen que no quiera dejar de soñar contigo ni un solo segundo, que hacen que no quiera separarme de ti ni un solo momento, que hacen de ti una parte de mi cuerpo, una parte de mi cuerpo sin la que yo no podría vivir, porque me haces sentir, porque me haces sonreir, porque yo te necesito.

Árbol (1 y 2)



Árbol (1):


Era una noche oscura, solo al amparo de la Luna, cuando inscribieron sus nombres en la madera. Aquel árbol centenario los había visto crecer: de niños lo usaban como palo de portería y como “casa” al jugar al escondite; con la adolescencia fue testigo de los primeros besos, siempre tímidos, cigarros prohibidos y borracheras; en su madurez era el lugar de encuentro a la salida del trabajo; y ahora, ya en la vejez, decidieron marcar sus nombres en aquel árbol. Su sitio, su lugar en el mundo. Un último cigarro, la última gota de alcohol, y el último beso que compartieron, al igual que los primeros, fueron al cobijo de aquel árbol.

Árbol (2):

Sentado en las raices
cobijado por las ramas y las hojas
descubrio su amor en esta hora.
La lluvia empapaba sus hombros
y su novio ensombrecia su alma.
Bajo aquel árbol sagrado
su corazón destrozado
cayó en la soledad totalmente entregado,
comiendo el fruto prohibido,
puso fin, así, a su camino…

Cielo

1. Estando tumbado en aquel suave césped, intentando buscarle formas a las nubes, sufrió un mareo. El pobrecito tenía una fuerte sensación de vértigo, cosa paradójica si tenemos en cuenta que el cielo estaba arriba y el abajo, en el suelo.
O no.
Se dio cuenta entonces de que el cielo es una superficie lisa y suave. Y que era el fondo del aire. Se dio cuenta de que sentía un fuerte empuje hacia el suelo, y supuso que se debía a que su cuerpo tenía una fuerte flotabilidad en el aire. Y los aviones son de acero, por eso no flotan sino que van a ras de cielo.
Sintió mucho miedo de hundirse en el aire y que nadie pudiera salvarlo. Temía caer de bruces sobre el cielo y hacerse daño. Así que decidió que a partir de ese día llevaría siempre consigo una piedra en el bolsillo, por lo que pueda pasar.

2. La cortina bailaba al son de una música arrítmica y a ratos frenética. Se flexionaba y contorsionaba en el aire hipnotizando al viento que la empujaba. A veces le rozaba el pie y lo sacaba de una oniria profunda y recóndita para sumirlo en otra oniria igual de profunda y recóndita pero totalmente distinta.
Un crujido del televisor, un coche pisando la tapa de alcantarilla algo suelta, el parpadeo del radio-despertador.
Sin tener ni idea, ella estaba esperando una resaca que notaría en cuanto despertara. Mientras tanto, mantenía una sincronía perfecta entre latidos y respiraciones que henchían su cuerpo y alzaban su figura levemente. Sin prisa.
Estaba acurrucada, enroscada alrededor de su propio corazón, en una postura casi fetal. Su larga (realmente larga) melena sería un ser omnipresente de haber estado habitada aquella sábana.
Y él no podía dejar de observar su cara, ausente y frágil. Estaba acoplado a su postura, con el brazo izquierdo dormido y el derecho abrazándola. Al respirar se le pegaban mechones de aquella melena en la cara.
Aquello no podría ser el cielo, porque en poco tiempo iba a acabar.

3. En aquel silencioso metro, el periódico hipnotizaba a los peregrinos de la hermandad de la rutina. El silencio era su cántico espiritual preferido, adornado por tos y bostezos. El traqueteo del vagón acunaba el aburrimiento y el tedio.
En aquella hostil paz, un niño preguntaba a su madre, sin obtener respuesta, por el porqué de asuntos tan importantes como el dinero a pagar por viajar en aquel transporte. E insistía ante la ausencia de palabras en la voz de su progenitora. E insistía. E insistía... hasta que obtuvo lo que buscaba (o quizás no exactamente): "Cállate, cielo".

lunes, 9 de marzo de 2009

Tormenta (1)

Era una típica tarde de verano. El cielo encapotado, una ligera llovizna y un fuerte viento de Levante. Mientras paseaba por la playa y sentía la fría y húmeda arena bajo sus pies, Dan trataba de recordar el pasado. Concretamente, un año atrás. Entonces aún estaba ella.

La conoció en aquel mismo pueblo, al que se acababa de mudar, un día de tormenta. Eran pequeños y Celia tenía miedo de los relámpagos, y mientras corría asustada, entre toda la gente del paseo marítimo, se chocó con Dan. Una vez recuperados del golpe, y la posterior caída, trató de explicarle porque corría despavorida.

- Me dan miedo los chuchufús esos.

- ¿Los qué? - A pesar de preguntarlo, ya sabía a lo que se estaba refiriendo.

- Los truenos, rayos o relámapagos, o como se llamen. Me dan miedo. - A la vez que la oís decir esto, Dan no dejaba de sonreir.

- Bueno, no te preocupes, no tienes porque tenerlos miedo. Mira, si quieres, yo te protegeré. - Y mientras decia estas palabras la abrazó.

A pesar de no tener más de 8-9 años, se hicieron muy amigos, pasandose los días juntos, cosa no muy dificil si se tiene en cuenta que no se llevaban bien concasi nadie de su clase del colegio. Los años pasaban, y ellos seguian juntos, y a pesar de no ser novios, caminaban de la mano, o muy abrazados. Les gustaba pasear por aquella playa, los días de lluvia, con los relámpagos de la tormenta de Levante en el horizonte. A pesar de todo esto, jamás habían intentado "estar" juntos en una relación más seria y profunda, auqnue nunca lo hubieran hablado, estaba implicito en su relación.

Pero todo cambió el agosto anterior. Habían terminado el instituto, y estaban preparando todos los trámites para ingresar en la universidad, cuando Celia le conoció. David. El tío que se encargaba de la secretaría. Tras aquel día empezaron a quedar, y se fue alejando de Dan poco a poco, el cual nunca dejó de dar los paseos por la playa.

Pero ahora todo había acabado; ahora sería David quien la abrazara protegiendo a Celia de las tormentas. Y ahora ella está muerta; muerta y encantadora.*

* Frase extraida de la canción Dead And Lovely de Tom Waits
El que quiera escribir en el blog que me envie un email y lo añadire a los usuarios del blog.


redrinoa2001@hotmail.com


El estilo sera igual que en el post, y nos encargaremos de ir copiando aqui todo lo escrito hasta el momento.